Hallan una molécula intestinal como el origen de la aterosclerosis
Durante décadas, la aterosclerosis —la acumulación de placas de grasa y colesterol en las arterias— ha sido considerada la consecuencia directa de niveles elevados de colesterol y otros factores clásicos de riesgo cardiovascular. Sin embargo, un estudio publicado en Nature por un equipo de científicos españoles aporta un giro inesperado: ciertas bacterias intestinales producen una molécula capaz de inducir directamente la enfermedad, alterando la forma en que entendemos y tratamos los problemas cardiovasculares.
El proyecto PESA: investigación pionera con voluntarios sanos
El hallazgo es fruto del estudio PESA (Progression of Early Subclinical Atherosclerosis), iniciado hace 15 años con la colaboración de más de 4.000 empleados del Banco Santander en Madrid. El objetivo era claro: seguir a personas aparentemente sanas, de entre 40 y 55 años, con técnicas avanzadas de imagen médica y análisis moleculares, para comprender cómo se origina la enfermedad antes de que aparezcan síntomas.
Los primeros resultados ya fueron sorprendentes: en más del 60% de los voluntarios se detectaron signos subclínicos de aterosclerosis, pese a no presentar factores de riesgo evidentes. Esta observación reveló que el proceso comienza de manera silenciosa mucho antes de lo que se creía.
La molécula culpable: propionato de imidazol
Los investigadores han identificado al verdadero protagonista: el propionato de imidazol, un compuesto sencillo con fórmula química C₆H₈N₂O₂. Esta molécula es producida por ciertas bacterias intestinales en condiciones específicas y, tras pasar al torrente sanguíneo, interactúa con glóbulos blancos inmaduros. El resultado es una cascada inflamatoria que afecta a las paredes arteriales y favorece la formación de placas ateroscleróticas.
Se trata de la primera evidencia directa de que un metabolito microbiano no solo está asociado, sino que causa la aterosclerosis. Este descubrimiento supone un cambio de paradigma al situar a la microbiota intestinal como actor clave en la primera causa de muerte en el mundo: las enfermedades cardiovasculares.
Más allá del colesterol: nuevas oportunidades terapéuticas
Hasta ahora, los esfuerzos para prevenir infartos e ictus se han centrado principalmente en el control de los niveles de colesterol y la modificación de factores de riesgo como la hipertensión, el tabaquismo o la diabetes. Sin embargo, este hallazgo abre una nueva línea estratégica: modular la microbiota intestinal o bloquear la acción del propionato de imidazol.
De confirmarse en estudios clínicos más amplios, podrían desarrollarse fármacos que neutralicen esta molécula, probióticos que limiten su producción o dietas específicas para reducir su presencia en el organismo. Todo ello complementaría los tratamientos actuales y ofrecería una vía innovadora para combatir la aterosclerosis desde su origen.
Implicaciones para la salud pública
La magnitud del problema es enorme: la Organización Mundial de la Salud estima que las enfermedades cardiovasculares son responsables de más de 18 millones de muertes anuales en el mundo. Detectar un mecanismo causal tan preciso ofrece una oportunidad sin precedentes para cambiar el curso de la prevención.
El hecho de que la aterosclerosis fuera tan prevalente en personas aparentemente sanas dentro del estudio PESA también resalta la necesidad de un diagnóstico precoz más allá de los factores de riesgo clásicos. Herramientas de imagen avanzada, combinadas con análisis de metabolitos y microbiota, podrían convertirse en aliados fundamentales para identificar a los individuos con mayor riesgo.
Un horizonte prometedor
El descubrimiento del propionato de imidazol como desencadenante de la aterosclerosis coloca a la ciencia en un punto de inflexión. Por primera vez, se abre la posibilidad de intervenir en la interacción entre bacterias intestinales y sistema cardiovascular. Si bien aún faltan ensayos clínicos que validen posibles terapias, el camino parece claro: la medicina cardiovascular del futuro no solo mirará al colesterol, sino también al intestino. Un cambio de perspectiva que podría salvar millones de vidas en las próximas décadas.
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