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Probióticos, antibióticos y diarrea

pastillas

Los antibióticos son prácticamente los únicos fármacos que curan un tipo de enfermedades, las infecciosas. Con algunas excepciones, todos los medicamentos palían los síntomas de las enfermedades y mitigan sus complicaciones, pero no las curan.

Tal es el caso de los antihipertensivos, que disminuyen el riesgo de accidentes cardiacos y cerebrovasculares, pero no curan la hipertensión arterial; o de los antipsicóticos, que controlan bien los síntomas de la esquizofrenia y disminuyen los brotes de la enfermedad, pero no la curan.

En la actualidad existe un centenar de antibióticos que se utilizan en medicina ambulatoria (los más) o que están restringidos para uso hospitalario (los menos). Casi todos, niños, jóvenes y mayores tomamos antibióticos alguna vez al año. Y lo hacemos aún a sabiendas de que, como todos los medicamentos, los antibióticos producen reacciones adversas de consideración. Por ello deben tomarse bajo control médico.

Desde hace unos años, pocos, las farmacias de la mayoría de las comunidades autónomas de España exigen receta para dispensar un antibiótico. Así ocurre en Madrid, pero no en mi tierra murciana; fui hace unas semanas a una farmacia de Murcia y como no llevaba recetas, mostré al farmacéutico mi carnet del Colegio Oficial de Médicos de Madrid, con el fin de que me dispensara un envase de comprimidos de amoxicilina. Me dijo que en esa región no se necesitaba receta, hecho que me parece inadecuado. Si es bueno que se controle mejor el uso de antibióticos todos debemos someternos a ese dictado, que debe imponer el Ministerio de Sanidad por igual en toda España.

¿Por qué es necesario controlar el uso de antibióticos? En primer lugar porque su uso indiscriminado facilita la aparición de resistencias bacterianas, lo que hace más difícil el control de algunas infecciones, sobre todo en el hospital. En segundo lugar porque no es correcto tratar una infección, pongo por caso una amigdalitis, siguiendo los “consejos terapéuticos” de amigos o vecinos. Pero sobre todo, y este es el factor más importante, porque los antibióticos pueden causar reacciones adversas de consideración por ejemplo, un cuadro de alergia, una afectación neurológica, una depresión de la células sanguíneas, algunas infecciones añadidas a la que se padece o un cuadro de diarrea, caso que nos ocupa.

La diarrea es uno de los problemas frecuentes derivado del uso de antibióticos. Ello se debe a que esta medicación altera la flora intestinal, dando lugar a un crecimiento exagerado de bacterias como la denominada Clostridium difficile, que es la que con mayor frecuencia se ha asociado a la aparición del uso de antibióticos. Este cuadro diarreico se trata con la retirada del antibiótico que lo ha ocasionado, la rehidratación del paciente y el suministro de los electrolitos (sales) que necesita. Estas medidas, junto con la modificación de la dieta durante el tiempo que dure el cuadro, suelen ser suficientes para resolver favorablemente la mayoría de los casos de diarrea producida por antibióticos. Pero hay una opción profiláctica o terapéutica adicional, relacionada con los alimentos funcionales denominados probióticos, que podrían formar parte del tratamiento nutricional de la diarrea por antibióticos.

En una veintena de ensayos clínicos realizados en pacientes con diarrea por antibióticos, se administró a los pacientes productos probióticos que contenían Lactobacillus spp Saccharomyces spp; ello produjo un potente beneficio en la curación de la diarrea, sobre el grupo de pacientes tratados con placebo, es decir, una dieta que no contenía el probiótico. En otros estudios se ha demostrado también que el suplemento de la dieta con probióticos durante el tratamiento antibiótico, puede prevenir la diarrea producida por antibióticos hasta en un 50% de los casos, efecto que ejercen mediante la modulación de la mucosa intestinal. Pero no todos los probióticos son iguales pues sus beneficios dependen de las cepas que contienen, siendo los más efectivos los que incluyen Lactobacillus Saccharomyces boulardii.

Una de las investigaciones recientes más interesantes se relaciona con el uso de una leche fermentada que contiene Lactobacillus casei DN-114001, Lactobacillus bulgaricus y Streptoccus thermophilus, administrada 2 veces al día (100gr.) durante el tratamiento antibiótico y una semana después. Mientras que en el grupo que tomó la leche fermentada se produjo un cuadro diarreico en el 12% de los participantes del estudio, en el grupo placebo que no la tomó hubo una incidencia de diarrea del 34%, casi tres veces más. A este beneficio en salud hay que añadir un beneficio en costes sanitarios pues los autores de este estudio (Mary Hickson y col. British Medical Journal) calcularon que el coste de la leche fermentada para tomarla con el antibiótico fue de 5 euros; estos costes son muy inferiores a los 89 euros que cuesta la atención de un caso de diarrea asociada al uso de antibióticos.

Hoy vamos a la tienda y en la zona de productos lácteos y de suplementos nutricionales encontramos una verdadera jungla de marcas y ofertas que despierta escepticismo. La mayoría de las reivindicaciones de estos productos no están respaldadas por ensayos clínicos doblemente ciegos y controlados con placebo, como el de la doctora Mary Hickson y sus colaboradores, que acabo de comentar. Los probióticos, suplementos dietéticos, la parafarmacia en general producen grandes expectativas en los usuarios, debido al poder de los medios de comunicación. Pero esas propiedades antiobesidad, antiarrugas, antiflatulencia, anticansancio, promemoria…..si no están respaldadas por estudios clínicos irreprochables y rigurosos como los que he mencionado, solo venden ilusión. Pero de ilusión también se vive; aunque cueste dinero.

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